Opinion

EN UNA VERDADERA DEMOCRACIA, LA CIUDADANÍA TAMBIÉN ELIGE A LOS CANDIDATOS

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Por Ricardo Fuentes Lecuona 07 Noviembre 2022

Así las cosas

En el marco del actual debate sobre la reforma en materia electoral, notablemente se omite uno de los anhelos más grandes de quienes buscamos una democracia plena y realmente representativa. Dos palabras, que por décadas han sembrado terror en los altos escaños de la oligarquía política. Una práctica que, de ser implementada, arrebataría el mando a los caciques de las instituciones políticas y lo entregaría a sus votantes. Un tabú político que ha sido enterrado desde la cultura del “dedazo”, hasta el actual populismo clientelar.


En un Estado que se hace llamar democrático, no se le pueden imponer candidatos a la ciudadanía, sino que ésta debe de gozar del derecho a determinar quién será el candidato o candidata de su partido a un puesto de elección popular, a través de elecciones primarias. En las últimas décadas, la democracia mexicana ha vivido una intensa e importantísima marcha de transición y progreso; Dio sus primeros pasos con el sufragio femenino y la apertura a los partidos opositores, creció con ajustes orgánicos al Congreso de la Unión, y se consolidó con la creación de un órgano electoral y un tribunal de justicia constitucionalmente autónomos.

Sin embargo, un aspecto en el que el progreso de la democracia mexicana ha dejado mucho que desear, es la designación de las candidaturas, que desde las planillas municipales, hasta el Ejecutivo Federal, son en su vastísima mayoría determinadas arbitrariamente por los líderes de los partidos políticos e impuestas a sus votantes.

El deseo de concebir e institucionalizar las elecciones primarias en los partidos políticos no es algo nuevo, este fue un factor inherente a la “Corriente Democrática” liderada por Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano y Porfirio Muñoz Ledo en los años 80, misma que sirvió como uno de los grandes impulsores de la transición y evolución al sistema político que dio paso a la realidad actual. Ahora bien, hoy, ante un régimen que busca una regresión política al debilitar a las instituciones democráticas y exacerbar la desconexión entre la sociedad civil y los partidos opositores, para así consolidar una hegemonía, debemos encontrar cómo reafirmar un frente común que verdaderamente represente los intereses de los ciudadanos y cierre la brecha que por décadas ha separado los intereses de los partidos políticos y los de la población general.

Si los partidos opositores realmente quieren abanderar la causa democrática y reconciliar a la ciudadanía, deben abandonar su oligarquía disfrazada y presentarnos con una alternativa en la que seamos los ciudadanos quienes nos encarguemos de designar candidatos y candidatas que verdaderamente representen nuestros intereses comunes y no el de los caciques en los comités ejecutivos de los partidos. Recordemos que el propósito fundamental de un partido político es que los ciudadanos con valores, creencias e intereses comunes puedan organizarse a través de una institución que los represente plenamente.

A partir de ésto, el poder de imponer candidaturas no sólo representa una poderosa herramienta de negociación entre partidos para hacer acuerdos a espaldas de sus militantes, sino que también constituye una grave subversión al propósito ontológico de los partidos políticos. Pareciera, más bien, que en México los partidos son quienes hacen política a través de los ciudadanos, y no los ciudadanos a través de los partidos. Esta contradictoria realidad, que hemos vivido por generaciones, debe cambiar inmediatamente si se busca lograr una real y plena democratización de nuestras instituciones. Recientemente, algunos líderes políticos, entre ellos la senadora tricolor Beatriz Paredes Rangel, han hecho un fuerte llamado a implementar prácticas democráticas internas en sus respectivos partidos a la hora de designar candidaturas para los procesos electorales de 2023 y 2024.

Llamados como éste demuestran que, sin lugar a dudas, la clave para ganar futuras elecciones y avanzar hacia una nueva realidad política, es que sea la sociedad civil quien participe activa y directamente, tanto en la construcción de un bloque común, como en la designación de los candidatos y candidatas que lo representarán en los procesos electorales. El debate sobre la reforma en materia electoral no debe de ser entre una regresión y el status quo. Si se va a hablar de una revisión a nuestras instituciones democráticas, es indispensable que los autollamados “defensores de la democracia” implementen prácticas que reflejen una verdadera intención de continuar la marcha del progreso democrático en México.

Los políticos opositores tienen razón al declinar la actual propuesta de reforma, pero se equivocan quienes aseguran que debe quedarse todo como está, es decir, es cierto que no podemos permitir que la marcha vaya hacia atrás, pero tampoco debemos ser cómplices a que se detenga